Como buen Quijote, yo imagino molinos de viento como terribles enemigos que me llegan en formatos de susurro dentro de mi cabeza, no en mis orejas, sino que adentro y para calmarme cuando nadie me está mirando, canto quijotescas canciones de cuando era niño y me leían ese libro gordo sobre un hidalgo loco, como esos que andan sueltos por ahí y a los que nadie nunca le ha leído.
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